En los "doce del patíbulo" aparecía un Charles Bronson descafeinado, sin alma, desangelado, junto a un homosexual de la talla de Lee Marvin. 
 Claro, algo fallaba. Algo faltaba. 
 Para elevarse, e incluso superar, el olimpo de los dioses conformado por Clint Eastwood en su buena época (el Sargento de Hierro, Harry el Sucio, el Bueno, el Feo y el Malo) o Chuck Norris, era necesario algo. 
  El bigotón, claro. 
 Autor: David Sánchez Fernández
 

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